Un llamado a la ambición
Desde hace tiempo me pregunto si debería aprender a jugar golf. No es que sea un deporte que me apasione o llame mi atención particularmente, pero este año me perdí tres eventos importantes justamente por no hacerlo. Esto me hace pensar que si jugara golf tendría acceso a otros espacios, momentos y grupos donde se construyen relaciones profesionales y personales; espacios que este año se me escaparon. Para el próximo año, me he propuesto comenzar con clases. No aspiro a ser una extraordinaria golfista; solo quiero entender el juego, poder participar –y muy seguramente divertirme–, pero, sobre todo, ser estratégica. Esto me recuerda mucho a nuestra carrera como abogadas: para avanzar, debemos conocer las reglas, participar en los espacios correctos y, sí, ser ambiciosas.
Recientemente, McKinsey y Lean In publicaron su reporte anual Women in the Workplace, y ciertos datos son reveladores: por primera vez en tiempos recientes, las mujeres son notablemente menos propensas que los hombres a expresar que quieren ser promovidas. En números: el 80% de las mujeres desean avanzar al siguiente nivel, frente al 86% de los hombres(1), un evidente descenso en la tendencia. La brecha es aún mayor al inicio y al final de la carrera profesional. ¿La causa? Muchas mujeres reciben menos apoyo y patrocinio de sus jefes; cuando reciben el mismo respaldo que los hombres, la brecha desaparece.
Entiendo estas cifras y, francamente, no me sorprenden. Conocer, aceptar y asumir conscientemente los límites, por más arbitrarios o injustos que sean, puede hacernos sentir seguras y protegidas, pero a la vez es desmoralizante. Todas sabemos que, aunque hagamos un esfuerzo equivalente al de un colega hombre, el camino suele ser más difícil. Socializamos en espacios dominados por hombres, hablamos de temas que nos son menos familiares y, en ocasiones, puede resultarnos casi “natural” hacernos a un lado y buscar a nuestras colegas mujeres para no sentir que estamos invadiendo un espacio al que no pertenecemos. Solitas nos protegemos y nos alejamos. Sin embargo, debemos ser conscientes que, para crecer, es necesario quitar esos prejuicios y enfocarnos en lo que sí podemos dominar, explotando nuestras fortalezas. En pocas palabras: ejercer la ambición.
En este sentido, durante el último año, he tenido muchas conversaciones con abogadas más jóvenes en mi despacho. Hay algunos temas que me preocupan:
En primer lugar –y creo que es un tema generacional–, veo una necesidad apremiante de encontrar el balance perfecto entre la vida profesional y personal. Creo que la influencia de las redes sociales por tener y exponer al mundo una vida perfecta en todos los aspectos genera gran presión y ansiedad a todas, pero yo no creo que exista la vida perfecta. Y constantemente les digo lo que he aprendido: no existe un equilibrio exacto, parejo y constante; vivimos en un constante “toma y daca”, a veces tomamos y a veces cedemos. Priorizar y tener metas implica que estemos dispuestas a pagar el precio. La dedicación completa, ya sea a la vida personal, social, a la maternidad o a la carrera profesional, no es posible.
El objetivo no puede ser la comodidad ni la perfección, sino actuar con conciencia y estrategia en cada decisión. Se trata de construir redes de apoyo en la oficina, en las escuelas de nuestros hijos y en el hogar, aprender a delegar y comprender que algunas decisiones son inevitables. Quienes elegimos ser profesionales y, al mismo tiempo, madres, esposas, hijas, amigas, miembros de un club o personas con un hobby o deporte determinado, vivimos en una negociación interna constante, en la que debemos ponderar y decidir continuamente sobre distintos momentos de nuestra vida personal y profesional.
En segundo lugar, me llama la atención la forma de llevar sus relaciones con sus jefes. Me plantean problemáticas respecto a la forma de comunicarse con ellos, presentar sus ideas, resolver conflictos y cómo buscan apoyo o patrocinio para avanzar en su carrera profesional. Estoy convencida que, para enfrentar plenamente estos retos, la ambición es fundamental, no como arrogancia, sino como esa motivación que nos permite dialogar, afrontar y resolver conflictos de manera asertiva y encontrar vías institucionales cuando la situación lo requiere. Me preocupa ver talento valioso que duda, se queja, pero temeroso de enfrentar abiertamente problemas con sus jefes. Sí, levantar la voz puede ser más complicado para nosotras: la vara siempre es más alta. Cuando hablo en un grupo con colegas hombres, las miradas pesan más que cuando lo hace un hombre. Pero callar no puede ser una opción: nuestra ambición bien entendida nos exige saber plantear argumentos razonables, válidos, sustentados en el respeto y el mérito; nos debe enseñar a negociar, a reclamar nuestro espacio y, teniendo clara el camino y la meta, a avanzar.
Finalmente, como tercer punto, no voy a ignorar que ha sido un año difícil para que más socias entren o sean promovidas. El contexto económico y los desafíos para generar capital han hecho que las oportunidades sean menores. Pero, incluso en los años complicados, la ambición, la estrategia y la capacidad de jugar el juego, como en el golf, pueden hacer una diferencia.
…así que sigo pensando en el golf. No exactamente por hobby, sino por estrategia. No se trata de competir en todos los espacios, pero no seré yo quien se cierre la puerta a conocerlos, participar y avanzar. Lo mismo aplica en nuestra carrera: ser asertivas, inteligentes, conscientes y, sí, ambiciosas.
*El contenido de este artículo es publicado bajo la responsabilidad de su autora y no necesariamente refleja la posición de Abogadas MX.
Referencias:
(1) Women in the Workplace 2025, McKinsey & Company; Lean In: https://www.flipsnack.com/78C9ACFF8D6/women-in-the-workplace-2025?_gl=1*1edvghz*_gcl_au*OTUwMjQxNzg1LjE3NjUzMDc0Mzk.*_ga*NDcwODEzNzAyLjE3NjUzMDc0NDA.*_ga_RZ0T01GPJF*czE3NjU1NTg3MjMkbzUkZzAkdDE3NjU1NTg3MzIkajUxJGwwJGgw