Todos los seres humanos, en el curso de nuestras vidas, tenemos que enfrentarnos a situaciones inesperadas, cambios indeseados, frustraciones, enfermedades, retos, fracasos y pérdidas, de los cuales es difícil sobreponernos.
Al peso emocional que implican ese tipo de situaciones, se suma la presión que sentimos tanto en nuestro fuero interno, como en el entorno social y laboral, para ocultar o disimular los efectos que esas situaciones tienen en nuestras vidas, resolver rápidamente cualquier problema y encontrar la manera de retomar el camino como si nada hubiera pasado, lo cual puede llegar a ser sumamente desgastante y, muchas veces, inútil o hasta contraproducente.
Ante la cada vez mayor conciencia que se ha venido desarrollando sobre la importancia de la salud mental y emocional no sólo para la calidad de vida de las personas, sino también para su desempeño y desarrollo en el ámbito laboral, el concepto de “resiliencia” ha ido cobrando una relevancia significativa, pero ¿qué es?
Investigando sobre este tema, encontré esta cita de Karen Legrand, facilitadora del programa de Salud y Bienestar, de los Centros UNESCO-MALALA-MINEDUC en Guatemala, que me resonó enormemente: “La resiliencia tiene rostro de mujer”.
Ella define la resiliencia como “la capacidad de las personas de responder favorablemente ante eventos de riesgo, permitiéndoles construir una vida significativa. Ser resiliente significa crecer ante la adversidad”. Esa capacidad para hacer frente a las adversidades, aprender de ellas, superarlas y conseguir un beneficio o cambio para mejorar, caracteriza a las mujeres y es la definición de resiliencia.
Irónicamente, esa mayor capacidad de resiliencia ha sido producto de los constantes retos y desafíos relacionados con la desigualdad, injusticia, inseguridad, labores de cuidado y diversos tipos de violencia, entre otros, enfrentados históricamente por nuestro género, pero, desde mi perspectiva, una correcta comprensión y dimensionamiento de esa facultad que tenemos las mujeres, muchas veces inconsciente, para superar y obtener no sólo buenos, sino hasta mejores resultados de los esperados, es un factor clave para sortear exitosamente toda clase de imprevistos tanto a nivel personal, como profesional.
Desde hace tiempo me ha llamado la atención que las mujeres con las que convivo alaban la resiliencia de otras como algo ajeno o deseable, sin percatarse de que todas, en nuestras distintas “realidades”, hemos sido un vivo ejemplo de ello en alguna o varias etapas de nuestras vidas, y que eso es algo que debemos tener presente cada vez que nos asaltan las dudas y miedos que nos impiden provocar o enfrentar los cambios que lleva implícitos el simple hecho de vivir.
He perdido la cuenta de cuántas veces le he dicho a una cliente que enfrenta el dilema de defender sus derechos, ya sea que hablemos de un divorcio, de la pérdida del empleo, o de un incumplimiento de contrato que pudiera provocar el cierre de su negocio que nunca he conocido a una mujer que haya “logrado” no salir adelante de cualquier situación, y eso sigue siendo completamente cierto después de más de veinte años de ejercicio profesional.
Es un hecho que en ningún país existe igualdad económica entre hombres y mujeres, la brecha salarial tiende a ser de alrededor de un 24% y las mujeres asumen más de tres cuartas partes del trabajo de cuidados no remunerado que los hombres, según estadísticas de Oxfam.
Estas y muchas otras estadísticas nos reflejan que tenemos todavía mucho trabajo por hacer en pro de las mujeres, sin embargo, para mí es muy significativo pensar que en el despacho de litigio en el que inicié mi carrera no sólo fui una de las primeras pasantes mujeres, sino que durante un lapso de aproximadamente cinco años fui la única mujer del equipo legal, por supuesto también fui la primera en acceder al rango de asociada; en tribunales eran muy pocas las mujeres que no estaban encargadas de la gestión de archivos y otras labores más bien secretariales; las jueces y magistradas eran aún más escasas. Me maravilla ver cómo en “tan poco tiempo” esas anécdotas resultan ajenas para muchas de las colegas jóvenes con las que convivo hoy en día.
Es claro que tenemos mucho camino por recorrer como sociedad para aprovechar lo mejor que pueden aportar cada uno de sus integrantes, pero estoy convencida de que, como mujeres, nunca debemos dejar de luchar por eso, confiar en nuestra resiliencia y, a la vez, buscar la inspiración y apoyo de todos aquéllos que puedan ayudarnos a hacer un poco más fácil el camino, para lo cual la mentoría y apoyo de otras mujeres es algo fundamental, ya que diversos estudios y nuestra propia experiencia nos indican que las mujeres se cuidan más a sí mismas cuando se piensan y ubican como necesarias para los otros. Pocas cosas me gratifican tanto como formar parte de este recorrido.
Referencias:
Fernández, Hisvet. (2022, Agosto 4). La resiliencia es femenina. La web de la salud. https://lawebdelasalud.com/la-resiliencia-es-femenina/
Lawson, Max y otros. (2020, Enero). Tiempo para el cuidado. El trabajo de cuidados y la crisis global de desigualdad. Oxfam Internacional. https://oxfamilibrary.openrepository.com/bitstream/handle/10546/620928/bp-time-to-care-inequality-200120-summ-es.pdf
Acerca de la autora:
Ana R. Bobadilla Gallardo es Asociada en González Calvillo. Se especializa en la promoción, defensa y dictaminación de asuntos judiciales y extrajudiciales, principalmente en las áreas de derecho civil, mercantil, administrativo y familiar. Cuenta con Maestría y Especialidad y en Juicios de Amparo y Controversias Constitucionales impartidos por la Universidad Ius Semper, en colaboración con la Asociación Nacional de Doctores en Derecho y el Colegio Nacional de Magistrados de Circuito y Jueces de Distrito del Poder Judicial de la Federación.
*Este artículo es publicado bajo la responsabilidad exclusiva de su autora y no necesariamente refleja la posición de Abogadas MX.